De los berrinches a la calma: qué sucede en el cerebro de tus hijos y por qué los límites y el apego importan
- Carina Castro Fumero

- Oct 25
- 2 min read
Los berrinches pueden parecer simplemente explosiones de malestar o caprichos, pero desde la neurociencia se entienden como señales del cerebro que aún está desarrollándose: es la forma en que el niño expresa lo que no puede comunicar de otro modo.
Comprender este proceso es clave para acompañar con calma, establecer límites y fortalecer el apego; tres elementos que transforman momentos caóticos en oportunidades de crecimiento.

1. ¿Qué ocurre en el cerebro durante un berrinche?
Entre los 18 meses y los 4 años (y en algunos casos hasta los 5) el sistema límbico (centro emocional) domina la conducta del niño, porque la corteza prefrontal (encargada del autocontrol) aún está en desarrollo.
Estudios longitudinales muestran que los berrinches frecuentes o intensos pueden ser signo de dificultad para autorregularse, lo cual se asocia con mayor riesgo de trastornos externos o internos en la niñez escolar.
Por tanto, no se trata solo de “cerrar el berrinche”, sino de facilitar que el niño procese lo que siente, se calme y luego aprenda una nueva forma de relacionarse con su emoción.
2. El poder del calmado adulto + límites claros
Tu propia regulación emocional es el primer anclaje para tu hijo: si vos mantenés un tono calmado y una actitud de contención, estás activando el sistema de seguridad emocional del niño.
Los límites no restan cariño: lo contrario. Actúan como estructuras de contención que le permiten al niño sentirse resguardado para poder autorregularse.
En la práctica:
Identificá y minimizá los desencadenantes (hambre, sueño, sobreestimulación) pues suelen preceder los berrinches.
Durante el episodio: “estoy contigo”, “te acompaño”, sin ceder al pedido inmediato. Luego, cuando se calme: “gracias por calmarte, ahora…”.
Creá rutinas y entornos que refuercen la previsibilidad—que el cerebro en desarrollo agradece.
3. Apego seguro: el contexto que hace la diferencia
Un apego seguro no significa “soltar todo”, sino un vínculo en el que el niño sabe que tiene un adulto que le acompaña sin perder su rol de guía.
Según investigaciones, cuando el niño siente que su emoción es reconocida y contenida por un adulto confiable, su activación límbica baja más pronto y la transición al estado regulado ocurre con mayor facilidad. C.I.T.Y. of Support+1
En la práctica: la estructura es “antes–durante–después” del berrinche. Antes: prevención y conexión. Durante: acompañamiento sin reacción acelerada. Después: reflexión breve, reafirmar vínculo, quizá una actividad conjunta que calme el sistema.
4. Transformar la repetición en enseñanza
Cada berrinche contiene una “infra-lección”: se trata de frustración, deseo de control, demanda de autonomía, falta de lenguaje o necesidad de contacto.
Como adultos podemos convertir esos momentos en oportunidades para enseñar autorregulación, empatía y respeto—no imponiendo, sino acompañando.
Con el tiempo, esas experiencias se internalizan y el niño aprende que la calma no es ausencia de emoción, sino la habilidad de atravesarla.
Los berrinches no evidencian que algo “esté mal” con tu hijo. Evolutivamente, son procesos esperados que ocurren cuando el sistema emocional está desarrollándose. La diferencia la hacés vos, como adulto regulador, al combinar tres herramientas fundamentales: tu calma, los límites y el apego. Cuando las aplicás con intención, no solo reducís la frecuencia o intensidad de los desbordes, sino que también construís la arquitectura de un cerebro emocionalmente saludable.

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