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Sexualidad de la A a la Z: un enfoque basado en evidencia

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La sexualidad no comienza en la adolescencia: es un proceso que arranca desde la infancia, se transforma en la pubertad y evoluciona durante toda la vida. Más del 90 % de expertos coinciden en que la educación sexual temprana, adecuada a la edad y sin estigmas, contribuye significativamente a una autoimagen saludable y relaciones adultas más seguras.


Este artículo revisa qué sucede en cada etapa del desarrollo (infancia, preadolescencia, adolescencia), qué deben saber los padres y cómo acompañar con conciencia, empatía y ciencia.


1. Desarrollos clave por etapa

  • 0-6 años (Infancia temprana): En esta ventana el niño explora su cuerpo y los límites de su entorno; estas experiencias sientan las bases del entendimiento corporal y la identidad.

  • 7-12 años (Preadolescencia): La curiosidad corporal y la formación de conciencia sobre género, roles y relaciones se acentúa. Estudios muestran que el 54.7 % de los padres cree que la educación sexual debería comenzar en esta etapa.

  • 13 años en adelante (Adolescencia): Etapa marcada por la pubertad, la exploración sexual y la consolidación de actitudes hacia la sexualidad y los vínculos.


2. Qué pueden hacer los padres y cuidadores

  • Fomentar un lenguaje claro y adaptado a cada etapa, para que la información no sea improvisada ni tabú.

  • Reconocer que la sexualidad sana implica componentes físicos, emocionales y relacionales: no solo cambios corporales, sino también cómo nos vemos a nosotros mismos y nos conectamos con los demás.

  • Crear ambientes seguros para preguntas y exploración: responder sin juicio y con hechos ayuda a prevenir conductas de riesgo o malinterpretaciones.

  • Colaborar con escuelas y profesionales: la educación sexual no es solo responsabilidad de la familia, sino un esfuerzo conjunto.


3. Implicaciones para la crianza y la educación

La forma en que abordamos la sexualidad en la infancia y adolescencia tiene efectos directos en la salud mental, la autoestima y las relaciones futuras de los jóvenes. Un enfoque basado en la evidencia evita que la sexualidad se convierta en fuente de culpa, temor o desinformación.



Educar sobre sexualidad no significa hablar solo de cuerpos o relaciones sexuales, sino de identidad, límites, respeto, derechos y desarrollo integral. Como adultos que acompañan, nuestra tarea es brindar herramientas —no imponer respuestas— para que niños y adolescentes construyan su propio mapa con confianza y bienestar.

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